Política SI, Políticos NO

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En estos últimos años ha habido un renacer en Argentina y en Latinoamérica de las ideas de la libertad, el Estado limitado y del mercado como mejor asignador de recursos. Durante muchos años, y aun hoy, el liberalismo, tanto a nivel económico como a nivel filosófico y moral, ha sido y es, vilipendiado y masacrado por la mayoría de la población. Sin embargo hace pocos años esa tendencia cambió y ahora algunas personas se animan a autoproclamarse liberales y sobre todo hay una gran corriente de jóvenes que se auto percibe de esa forma.

Este «renacimiento liberal» no salió de un repollo, fue una respuesta genuina de un sector de la población que no vio reflejada sus ideas y preocupaciones en las dos principales propuestas partidarias del país (kirchnerismo/pejotismo y macrismo/radicalismo) y decidió apoyar a otra persona que represente mejor sus inquietudes.

Tal es así, que a fines del 2018, el respetado economista y consultor económico José Luis Espert se erigió como el candidato a presidente de los «indignados» liberales. Con el apoyo de figuras claves en este «renacer» como sus colegas Javier Milei, Diego Giacomini – quién poco tiempo después señalaría las profundas contradicciones de este espacio – , Agustín Etchebarne y demás figuras, anunció sus candidatura con una fiesta a todo trapo en una discoteca porteña y prometió llevar «las ideas del sentido común» al sillón de Rivadavia. Muchas personas, en los cuales me incluyo, se ilusionó con esta potencial candidatura a presidente, que luego se vería materializada en Junio del siguiente año en la fórmula Espert-Rosales, y se entusiasmó con  la idea de por primera vez votar con convicción política y no al «mal menor». Sin embargo, la campaña no resultó muy convincente ya que sacaron un 2% en las PASO (las elecciones primarias en Argentina) y un 1.5% en las generales, quedando últimos en ambas instancias. Un año después,  y motivados por la creciente desconfianza del argentino para con la casta política, sumado al aumento de pobreza, desocupación y miseria que nos dejó la cuarentena draconiana del gobierno de Fernández, el espacio liderado por Espert presentó a su fichaje estrella para las Legislativas de 2021, ni más ni menos que Javier Milei.  Esto impactó a muchos, ya que Javier hasta hace muy poco despotricaba contra la casta política y se había bajado del apoyo a Espert en su campaña de 2019, aludiendo a “diferencias en el armado político” del candidato a Presidente y presentado un documento firmado por él y otros ex “espertistas”, dejando constancia de su rechazo.  Pero esto no le importó a Milei, a quien se puede ver hoy en día con un megáfono junto a Espert y Rosales, en las plazas de la zona Metropolitana de Buenos Aires vociferando que va a entrar al Congreso para “dinamitar el sistema desde adentro” y “Sacar a patadas en el culo a los chorros”.

Pero más allá de los resultados y desencuentros  pasados y futuros, es importante remarcar lo contraproducente e incoherente que es llamarse «liberal» o «libertario» y presentarse a elecciones.

Veamos por qué.
Para explicar la naturaleza del sistema democrático republicano, no hay nada mejor que basarse en La teoría de la elección pública. Esta teoría, es un tema abordado mayormente por el economista estadounidense James M. Buchanan en su libro «El cálculo del consenso» donde plantea, a groso modo, que ningún político podrá servir jamás de manera eficiente a su electorado ya que sus intereses se contraponen al contribuyente que lo mantienen. Veamos un ejemplo práctico, supongamos que un político llega al poder anunciando que «se cortará un brazo antes de votar subir los impuestos», estos últimos son una de las principales fuentes de financiación del Estado y por lo tanto del sueldo del burócrata, ¿Cuánto tiempo podrá aguantar el político rechazando la sabia vital que mantiene sus gastos? La función pública no permite trabajar en simultáneo con el sector privado y por ley no puede abstenerse de cobrar su dieta, si bien puede donarla. Sin embargo ya donándola estaría recibiéndola y por lo tanto estaría disponiendo del trabajo de un tercero y administrándolos según su preferencia, algo que el liberalismo justamente critica. Esto nos lleva a algunas preguntas, ¿Sabemos realmente que valores morales maneja el burócrata? Para saber eso habría que conocerlo en las más absoluta de las intimidades y analizar su comportamiento durante años, ya que con un solo año de campaña política no bastaría para conocer realmente a una persona donde la mayor parte de su tiempo está montando el personaje que quiere que sus votantes vean y no a la persona real, con sus defectos y virtudes. Luego, ¿Podemos realmente confiar en él? Esta pregunta vuelve al punto anterior, la confianza es algo que se da con el tiempo y manteniendo vínculos estrechos y profundos con una persona. El político lejos de mantener vínculos estrechos solo muestra la parte que le conviene mostrar, nunca le va a mostrar sus miserias y contradicciones a sus votantes, pero si las encuentran, aludirá a que son operaciones en su contra, calumnias o que forman parte de un pasado o presente que son ajenos a él. Como pueden vislumbrar, el proceso de elección democrática es solo un acto de fe ciega donde elegimos a personas que no conocemos en profundidad para que manejen nuestro dinero como a ellos les parezca, aun nosotros corriendo el riesgo de que lo usen ineficientemente o peor aún que lo roben, todo esto a punta de pistola (En Argentina el voto es obligatorio). Dicho todo esto, ¿Bajo qué premisa podemos asegurar que una persona que llega a una posición de poder y puede beneficiarse en el ejercicio del mismo, no va hacer usufructo de ello?

El «político liberal» es un oxímoron en sí mismo, no así el político socialdemócrata, conservador o populista que le admite a su votante que va a disponer de su dinero como le parezca y el votante acepta por que tiene la «esperanza» o la «fe» de que lo va a usar bien y no le va a robar. En ese sentido, los políticos de corriente estatista son muchos más coherentes y honestos (si se les puede llamar así) ya que admiten lo antes mencionado mas no dejan de ser unos delincuentes. El votante que pone su confianza en el simplemente no está siendo honesto intelectualmente ya que reconoce cual es problema y la solución pero sigue confiando en que la vía política es la llave para acabar con la decadencia. Siguiendo este razonamiento este político «liberal» es inferior moral e intelectualmente ya que le está prometiendo a sus votantes que va a limitar el Estado, ósea reducir su bienestar y estilo de vida, para que lo voten. ¿Qué persona con dos dedos de frente va a actuar para reducir su bienestar económico y social solo para agradarles a personas que él no conoce? Sería muy estúpida si así fuera y claramente lo es. Por lo tanto, aunque creamos que debemos depositar nuestra fe y recursos en personas con escasa inteligencia, es un suicidio económico y político votar por un candidato «liberal». Pero vayamos más allá, supongamos que esta persona de escasa inteligencia al que votamos quiere ir en contra de su bienestar y decide presentar un proyecto de reducción de impuestos y reforma del Estado, ¿Quién se lo va a votar en Argentina con un 95% del país que cree en el Estado de Bienestar y donde el 90% de la casta política es socialdemócrata y el resto o trotskista o socialista? Todo esto teniendo en cuenta que el político es liberal y no una persona que se hace pasar por liberal, lo cual ya estaríamos hablando de un farsante y un estafador sin escrúpulos. Sea como sea el caso, en Argentina (y me atrevería a decir que en cualquier lugar del mundo) el liberal que vota está eligiendo entre farsantes o estúpidos para dirigirnos, votar leyes y manejar nuestro dinero.

Como reflexión final,  esto no es un llamado a no hacer política y quedarse twitteando o escribiendo en la comodidad de nuestros  hogares, esto es un llamado a no hacer política partidaria y recuperar los valores revolucionarios que ha tenido el liberalismo a lo largo de la historia luchando contra el Estado y no siendo parte de él, ya que la falta de lucha real y el delegar nuestras responsabilidades individuales a burócratas inescrupulosos nos ha llevado a sufrir esta cuarentena totalmente avasallante para con nuestros derechos. Ha llegado el momento donde el liberal debe decidir si realmente quiere derrotar al Estado o hacerse amigo del mientras persigue la fantasía de que este se «auto regule». En ese sentido, no hay términos medios.