- Juan Fernández Delgado
- Ruptura Colectiva
“El pacifismo es jactancia de cobardes y cómplices de la opresión” / Nicolás Morás
Morás es un experimentado alfil de las luchas sociales en el Sur del Continente y sus opiniones incendiarias pueden leerse en los principales medios alternativos en español hace ya varios años. Actualmente es uno de los rostros de la cadena internacional HISPAN TV
¿Qué significa ser un anarquista en estos tiempos?
Para mí, el anarquismo es la noción radical de que el ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad justamente obtenida y todo aquello por su sola condición de ser humano, al mismo tiempo carece del derecho de imponerse sobre los del prójimo.
A partir de este axioma universal, que puede remitirse al griego Teopompo cuestionando la esclavitud como producto de la violencia legislativa mientras Aristóteles la justificaba perniciosamente, encontraremos una guía ética, un camino a seguir.
Un muy básico ejercicio de razonamiento nos conduce a la conclusión de que todo gobierno, todo monopolio y toda institución fundada en la sumisión de las personas es un crimen, y como tal debe ser combatido.
En este momento tan agrio de la historia, aunque no sea razonable imaginarnos viviendo en una sociedad sin estado, donde reine la justicia e impere el bienestar, es obligatorio atacar por todos los medios posibles, sin descanso, cada día, al Régimen criminal en todas sus formas, que cada día son más diversas y sofisticadas.
Y el régimen criminal está compuesto por individuos y sus prácticas autoritarias.
Boicotear, deslegitimar, engañar, enfrentar y destruir o al menos intentar destruirlos y destruirlas es nuestra misión como anarquistas.
¿Se puede usar instrumentos del sistema contra el sistema?
Bueno, no quiero abusar de la hermenéutica pero depende de cómo definamos sistema.
Tomemos por ejemplo el sistema político-electoral. Si vos aspirás a que una fuerza transformadora, revolucionaria, alcance el poder estatal y desde dichas esferas funde una sociedad sustancialmente más justa, estás completamente equivocado. En varios niveles.
En primer lugar, las democracias occidentales están completamente divorciadas de la utopía republicana que plasman las Constituciones de casi cualquier país.
Para empezar, ya es sumamente difícil que te permitan crear un partido verdaderamente revolucionario.
Hay mil y un maneras que tu plataforma sea censurada, proscripta, disuelta, en tanto que defienda abiertamente sus proclamas.
En España te proscribirán con la excusa de que te asemejas a la ETA, en Argentina objetando que haces apología del delito por invitar al pueblo a rebelarse contra los impuestos más confiscatorios del planeta, y virtualmente en cualquier sitio del globo te guillotinarán bajo el rótulo de “Anti-semita comeniños” si cuestionas con suficiente ahínco a los nazis de la oligarquía sionista, fundamental para el entramado de estas sociedades de control globalizadas.
Los bancos no te prestarán un peso para tus campañas, los grandes medios no te darán voz, los jueces estarán particularmente atentos a la más mínima oportunidad para encarcelarte. Si tu discurso es especialmente peligroso, Google y Facebook boicotearán abiertamente tus sitios en la web, que años atrás parecía el último reducto de libertad informativa y ahora es indiscutiblemente el principal espacio de vigilancia inquisitorial.
Si aún así, por azar, sigues avanzando en tu cometido, entre todos estos grupos de poder descriptos, se las ingeniarán para pulverizarte con alguna operación fraudulenta a tal efecto.
Está bastante claro que si conquistas el poder político es porque cuentas con la anuencia de al menos una importante cuota de los poderes fácticos.
Pero supongamos que dominas las artes maquiavélicas (lo que de por sí te envilece moralmente y pone en tela de juicio tu vocación revolucionaria) y has engañado a un banco, a un periódico, y a ciertos capitales internacionales para que te apoyen y una vez que te acomodas en el Palacio Nacional te propones llevar a cabo esas grandes transformaciones que en secreto añorabas.
Poco tardarás en caer cuenta de que tu poder como presidente es tal en la medida que coincida con los intereses de los dueños de la hegemonía, que existe incluso dentro del propio Estado que supuestamente encabezas una burocracia profunda con su propia dinámica, que te obedece simbólicamente pero en la práctica es autónoma de ti, y si les conviene, responde directamente a tus adversarios, y lidiarás con una estructura diseñada ex profeso para detener fácilmente cualquier cambio sustancial en la sociedad.
Pero vos sos muy tozudo y mucha gente muy comprometida te apoyará hasta el final. Decides combatir con todas las fuerzas dichas estructuras, atropellarlas, ser un jacobino.
¿Cuánto tardarán en aparecer los drones del Pentágono, acompañados inexorablemente de las cámaras de la CNN, para relatar el fin de tu dictadura del terror que será convenientemente sustituida por una dictadura del terror que responda a los muchachos de Washington DC?
Pero hay un aspecto que todavía no consideramos, y es crucial.
Dejemos de lado todos los poderes que lucharán contra el tuyo, y centrémonos en tu poder.
Si es que los poderes externos no lograran dominarte, o corromperte (que es otra forma de dominación, mucho más difundida y práctica ) ¿No te corromperá acaso tu propio poder?
Teniendo a tu disposición el destino, la vida y la hacienda de millones de almas ¿Por qué obrarás por su bien en lugar de hacerlo por el tuyo? ¿Cómo distinguirás, de hecho, proyecto de Mesías, qué es lo correcto o lo incorrecto para cada una de esas personas? ¿Cómo evitarás convertirte en un tirano peor que aquel que reemplazaste, o aquellos que enfrentas?
Y es allí cuando la lógica anarquista se demuestra una vez más superadora de la estatista.
Dice el utópico estatista: “Los hombres son malvados, por ende si no tienen gobierno reinará el caos”.
Dice el utópico anarquista: “Los hombres son benévolos, por ende pueden vivir sin gobierno”.
Dice el anarquista lógico: “Hay hombres malvados, por ende entregarle el monopolio de la violencia a unos pocos sobre el resto es una locura, un suicidio colectivo”.
¿Qué piensas del pacifismo? ¿Hasta dónde se puede llegar con acciones no violentas frente a las fuerzas represivas?
Comenzaré respondiéndote lo segundo: La “resistencia pacífica” frente a la represión violenta activa es un eufemismo de “Suicidio de ovejas”. Ofrecer la otra mejilla al puño que te golpea salvajemente, una y otra vez, te convierte no sólo en esclavo satisfecho, sino en cómplice de tu martirio.
Ese germen complaciente del pacifismo mal entendido es un recurso imprescindible de los opresores violentos de cada siglo, desde que Roma adopta el cristianismo (y cae dramáticamente en términos civilizatorios) para convencer a los estúpidos de la santidad de su estupidez.
No me cites a Gandhi, cuyo Partido Socialista Indio sólo con llegar al poder emprendió una masacre genocida contra los musulmanes del actual Paquistán y el actual Bangladesh.
Ni me cites a Thoreau, un encomiable liberal anarquista que admiro y respeto, pero cuya pacífica resistencia individual lo llevó al calabozo, aunque sus nobles ideas, las correctas, las críticas, influenciaran luego al heroico John Brown que comandó una guerrilla anti-esclavista, y al heroico Spooner que abogó por Brown y nos regaló las más brillantes reflexiones libertarias de todo tiempo.
Hace un tiempo discutí con un pobre diablo que se vendía como libertario pero decía que “los policías son víctimas del sistema” y como tales “no hay que violentarlos”.
Los policías son la materia prima del aparato represivo del sistema, son la literal mano que sostiene la literal pistola que literalmente asesina a quienes no estén dispuestos a someterse al yugo estatal.
Por ende en el mismo momento que levantan las armas contra los inocentes pierden automáticamente su derecho a la integridad física.
El pacifismo frente a la opresión violenta es jactancia de los cobardes y coartada de sus cómplices.
Dicho esto, quiero que quede claro que denuncio la violencia indiscriminada, repudio a quienes consideren que una causa justa merece matar inocentes (por ejemplo plantando bombas en el medio de una ciudad) y los considero tan enemigos de la libertad como a los policías y sus señores.
También creo que hay variedad de acciones útiles contra el sistema que no implican violencia, desde la evasión fiscal hasta la guerra informatica, pero el punto es ¿Qué harás cuando llegue la respuesta ulterior, que es el Estado con sus armas? Defenderte.
¿Y qué harás si día a día contemplas a esas armas custodiar la explotación de tu pueblo, empujar a los honrados a las cárceles, hambrear a los que trabajaron, premiar a los que no, infundir miseria y censura por doquier? ¿Besarlas? ¿Contemplarlas en silencio?
Basta de estúpidos pacifistas, por favor. Se ganaron una buena bofetada que acomode sus ideas.
También es muy importante para la acción de cualquier tipo, muy especialmente la defensiva, contar con el argumentario correcto, coherencia hacia los valores que se defienden, compromiso con la verdad que está de nuestro lado.
Así y sólo así se puede hacer frente al Leviatán, y a su pertinente aparato propagandístico estructurado para criminalizar a los rebeldes y santificar a los criminales y sus estúpidos cómplices pacifistas.
¿Cómo lidiar con la propaganda de los grandes medios de comunicación, siendo una lucha tan asimétrica?
Con la verdad, con la argumentación más sólida y honesta de la que seamos capaces. Con sentido de la oportunidad para encontrar las circunstancias y las palabras propicias para destacar nuestra lucha, y con un irreductible y persistente compromiso con nuestros valores y nuestras ideas.
¿Tú crees que los políticos progresistas son iguales a los conservadores?
Son idénticamente criminales pero a veces son aún peores por las implicancias de su hipocresía.
Mientras los conservadores representan más o menos fielmente su condición reaccionaria, los progresistas son reaccionarios mucho más eficientes, regulan la conducta humana en el nombre de la libertad, multiplican la desigualdad económica en el nombre de la justicia social y convencen a muchísimos jóvenes desorientados de seguirlos, perpetuando así la fé colectiva en el Régimen, convirtiendo las genuinas ansias de cambio en energías cooptadas, combustible del sistema.
Los conservadores y los progresistas rescatan con recursos extirpados al pueblo trabajador a los bancos en quiebra.
Los conservadores, y los progresistas aún más, multiplican las leyes y regulaciones que blindan a las corporaciones dominantes e impiden el surgimiento de nuevos emprendimientos, por ende competencia, concentrando así la riqueza, convirtiendo a los ciudadanos en mercados cautivos y condenándolos a su vez a la esclavitud del salario, lejos de la posibilidad de producir y comerciar libremente.
Los conservadores, ni siquiera todos hoy por hoy, restringen la libertad sexual en nombre de una moralina religiosa demodé, cada vez menos efectiva y por ende impotente. Los progresistas censuran la pornografía, persiguen la prostitución voluntaria y se meten en la cama del prójimo levantando las banderas del feminismo contemporáneo, que en su vertiente mayoritaria es exactamente opuesto a lo que supo ser el feminismo de la igualdad, el feminismo de la libertad.
Los conservadores y los progresistas insisten en mantener el dominio hegemónico del sistema educativo, estos últimos intentando por todos los medios renovar la fé popular en el adoctrinamiento, y dotándolo de recursos económicos que no mejoran cualitativamente la educación de nadie, por el contrario, convierten a cada vez más gente en becerros sumisos y jenuflexos ante el discurso estatista escolar. En ese sentido recomiendo la espectacular obra del pedagogo mexicano Iván Illich, “La sociedad desescolarizada”.
Los conservadores promueven la sociedad de clases, mientras los progresistas la llevan a su auge paroxístico engañando a los oprimidos, quitándoles cada vez más poder y autonomía, y esclavizándolos con la dádiva asistencialista en lugar de permitir que se auto-gestionen, que se conviertan en propietarios, que vivan libres del yugo tributario regresivo.
Los conservadores en la academia abogan por el saber elitista. Los progresistas en la academia, los posmodernos, son la quintaesencia de la élite, imponiendo los debates más funcionales al sistema que haber pueden, estúpidas disquisiciones interminables sobre la interpretación del lenguaje, el sujeto subjetivo subjetivísimo, los micromachismos, todo esto expreso, como decía Focault, en un dialecto esotérico, que aleja compulsivamente a los estudiantes inquietos de la realidad social, y corrompe sus mentes, las esteriliza.
Puedo seguir un siglo, pero no es necesario.
Es muy controvertida pero a la vez interesante tu opinión sobre el actual movimiento feminista. ¿Por qué sueles decir que es un producto del sistema?
No digo que es un producto del sistema, que lo es. Digo que se ha convertido en un instrumento de dominación clave para nuestros opresores, de manera sistemática, por un claro mandato de Estados Unidos y las potencias europeas, replicado sin chistar por gobiernos de izquierda y derecha a lo largo de América Latina, financiado por las fortunas de los viejos y nuevos dueños del planeta, entre ellos Soros, Rockefeller y los señoritos de Sillicon Valley, respectivamente.
El feminismo de género que inunda las universidades y disparan monótonamente los medios hegemónicos de todo signo es extremadamente conveniente para las élites, y no en vano surge en un momento histórico en el cual la igualdad entre hombres y mujeres ha sido conqusitada.
Conquistada gracias a la lucha incansable de activistas que murieron en el olvido, jamás apoyados o más bien todo lo contrario por los monigotes que hoy compiten a ver quién es más feminista.
El feminismo contemporáneo supone un magnífico elemento distractorio, enajenador, que persigue enfrentar a la mitad de la población contra la otra mitad, aduciendo que los varones como masa (y no las élites) son culpables de los problemas de las mujeres como masa, y en todo caso cada problemática de las mujeres (miseria, explotación, insalubridad, lo que fuere) puede explicarse en términos de patriarcado y es moralmente peor y más urgente que los mismos fenómenos aplicados a los hombres.
Bueno señores, la triste realidad es que la esperanza de vida de los varones es menor fundamentalmente porque a éstos quedan relegados los trabajos más insalubres, de mayor exigencia física, jornadas más extensas. Los varones son en inmensa mayoría los que pueblan las cárceles, los indigentes sin hogar, los que se suicidan y los que mueren en guerras y por homicidios violentos. Esto no hace a la mujer privilegiada ni mucho menos culpable de semejante situación, el punto es que todos somos oprimidos y como tal debemos posicionarnos frente a los opresores.
Ciertos racistas ideológicos de la progresía sostienen que el varón es per sé más violento, y sobre esta premisa se orquesta una legislación brutal que fomenta la industria de la falsa denuncia, al servicio más que nada de señoronas de clase media y alta que pretenden mayores tajadas en los divorcios, abogados gansteriles, onegés que dan la espalda a las mujeres aborígenes o las exhiben como en zoológicos mientras se concentran en lucrar con más y más subvenciones y los mismos bufones televisivos de siempre que viven del amarillismo, la exageración y la banalización.
El feminismo predominante se ha pervertido deliberadamente, deviniendo en una nueva Inquisición, que sirve no solo para legislar sobre la intimidad de los individuos, censurar y disciplinar cual Policía del Pensamiento, sino también para diezmar a los enemigos del Estado.
¿Vos sabés por qué Julian Assange vive hace siete años confinado en la Embajada de Ecuador en Londres?
Como Europa no encontró asidero legal para perseguirlo por su auténtico “crimen”, que es Wikileaks, la organización periodística más contestataria del planeta, se utilizó la progresista y dictatorial ley sueca contra él, inventándole un caso de abuso sexual sin mayor prueba que testimonios para lograr encarcelarlo, y así esperaban extraditarlo a USA donde efectivamente sería recluído e incomunicado a perpetuidad por la causa primera.
De milagro de salvó en aquella embajada, si por salvación puede entenderse persistir en tu misión encerrado en una habitación de doce metros cuadrados.
Es urgente que los luchadores sociales tomen consciencia de la funcionalidad de este nuevo Becerro de Oro. La emancipación humana no distingue géneros.
Finalmente, como luchador que eres. ¿Qué puedes aconsejarle a los que se inician en las luchas?
Es necesaria una formación intelectual formidable, para la cual no hay manuales de instrucciones. Hay que aplicar los principios elegidos hasta las últimas consecuencias, razonarlos y luego entregarse a ellos con fidelidad. No desanimarse, no desaprovechar ninguna oportunidad, tratar de mantenerse unidos a quienes valen la pena cuando las diferencias son menores, estar dispuestos a sacrificar muchas cosas por las causas nobles y lo más importante de todo, ser honestos consigo mismos. No traicionarse.
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